No suelo tratar ciertos temas en mi blog. No doy explicaciones. Me gusta tenerlo limpio de política y juicios, por pura práctica de higiene, pero esto tengo que decirlo. Pido perdón a los que me leen fuera de España porque, por suerte, esta entrada no va con ellos.
No pertenezco a ningún grupúsculo reaccionario de fumadores (de momento) ni a una liga pro-muerte cuyo símbolo sea un cenicero repleto, pero no quisiera que me llamaran la atención mis enemigos por callarme. En todo caso, no puedo dejar que Papá-Estado decida cómo y cuándo debo matarme.
Ha pasado un mes desde que entrara en vigor la nueva ley llamada Antitabaco en España. La situación actual no era el mejor marco para “imponer” una restricción en nuestros derechos de tal calibre, pero ahí está: un mes ya. Ahora, si quieres desayunar en el bar, leer el periódico y fumarte un cigarro tendrás que salir a la intemperie para hacer esto último, pero no a la puerta, porque el fumador tiene también orden de alejamiento. Abrígate.
En los bares, a las once de la noche, hay familias con niños protestando porque tienen sueño, pero los padres están ahí, aguantando, felices porque ahora pueden tomarse una coca-cola light y un agua con gas en un bar con zumos y sin humos. Luego salen a la calle y huelen mejor, sobre todo cuando cruzan el asfalto entre coches y contaminación. Ahora les toca a ellos. Porque se trata de eso, exclusivamente. La opción de respetar al distinto es inviable, al parecer. Puede haber, sin ningún problema, locales para fumadores y no fumadores. Pero no: Se trata de joder, y no donde se debiera (en el ámbito privado y con quien tú quieras) sino a plena luz de bar y acatando lo que diga el político de turno y la OMS, que tanto vela por nuestra salud y sobre todo por la de las farmacéuticas (las empresas, no las pobres expendedoras).
A todo esto, la parte interesada del sector servicios está que trina porque algunos hemos tomado la decisión de no acudir a los locales donde no se puede fumar. Y pierden dinero, claro. Un sector que lleva en su nombre la palabra “vicio” no puede darnos la espalda. Algunos lo saben. Yo acudo a los locales donde el propietario piensa y obra en consecuencia. Lugares donde, como antes de la ley, nos respetamos fumadores y no fumadores. Ahora somos ilegales, sí, pero no pusilánimes.
Si esto sigue así, no hay que ser futurólogo para intuir el final. Además, España ya tiene principios de finales. Empieza a acabarse. El país con un promedio de un bar cada 75 habitantes y 360 días de sol al año acoge las leyes de modelos europeos donde oscurece a las cuatro de la tarde y su gente se emborracha en soledad. España y su fiesta cierra hasta nueva orden por defunción, por la muerte moral de los que la habitan.
Ya podemos preparar el esfínter: La embestida no ha hecho más que empezar.
1 comentario:
Triste, muy triste... Han convertido los bares en abrevaderos de paso pero quizá lo que más me sorprende es la actitud de muchos fumadores que dicen entender la ley y que ahora se preocupan por la salud de los demás. Son casi peores que los no fumadores, esa casta con sed de venganza que mira a los fumadores con desprecio. Pues nada, que sean ellos los que se preocupen por dejar propinas. A veces creo justificado el parricidio con Papas Estados como el que nos toca sufrir. Y lo que viene es igual de vomitivo, ni más ni menos.El asco indecible.
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