Esta ciudad se despereza
cuando llega la noche
y vierte su denso filtro de ternura
en unos edificios que hace unos segundos
eran tan sólo contenedores de rutina
y ahora muestran sus ventanas
como estrellas dispuestas a fugarse.
Quizás sea posible vivir
con el sabor de la arena en los bolsillos
ese regusto de piel y caricias
en busca del fuego amanecer.
Pero esta ciudad se despereza
en una habitación con bombilla
y una cama que ahora es estrecha
y fue el pretexto del juego
donde había espacio suficiente
para amar y batirse en duelo
hasta que se evaporaba la última estrella
y yo pedía un deseo:
no desearla tanto.
No desearla.
4 comentarios:
Perdón por comentar en estos versos en los que visualizo nombres propios, una ciudad amiga y lugares donde sueles cogar tu sombrero o clavar tu alcayata. Pero es que ha sido tanto el júbilo que ha despertado la lectura que no pude contener mis ganas de agradecerte tu talento y tu sensibilidad.
Un abrazo
Gracias amigo por tu atrevimiento. Por entrar hasta mi desorden y dejar aquí tu voz, que tanto me dice siempre.
Ay... amigo!
¡qué pequeñas se quedan las camas sin compañía!
Sabes que te admiro y te amo en la profundidad de tus versos y en la longitud de tus abrazos...
Besos grandes siempre...
Gracias, Sacra.
De verdad, muchas gracias por tus palabras.
Abrazos y versos.
P.D.¡Y alguna cervecita también!
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