Pedro Pómez
era vecino de Arjulete. Su padre ostentaba el cargo de procurador en El
Consistorio. Era el típico empleado al que sus superiores le decían una y otra
vez: “¡procura llegar a tu hora! ¡procura escribir sin faltas de ortodoncia!
¡procura lavarte!”
El
Consistorio era una cadena de embalaje que pretendía funcionar como
multinacional. De momento sólo tenían la central, pero la idea del gerente de
la empresa era expandirse. Contaban con un problema sustancial, ya que no
embalaban nada, pero los expertos consultados les decían que de seguir así,
pronto llegarían hasta Arjulete nuevas firmas que dinamizarían el mercado y
necesitarían embalar algo. Las cajas -todo hay que decirlo- quedaban perfectas.
El padre de Pedro ponía las etiquetas, o sea, que no trabajaba mucho. Un día de
asueto laboral, mientras miraba con sus prismáticos al quiosco de la Emilia,
leyó en un periódico que el consistorio de Levantilla preparaba sus fiestas
mayores y que iría a tocar allí el
increíble Capotas Yois. Tal fue su sorpresa que, en un arranque impropio de un
procurador como él, gritó:
-¡Virgen
santa!
-Procura
callarte -dijo el gerente en voz baja, con tono de espectivo.
-Señor
Paco, ¿ha leído hoy el periódico? ¡hablan de nosotros!
El padre de
Pedro informó acerca del consistorio de Levantilla al señor Paco, que decía que
no tenía noticias de la expansión de su propia empresa. Mientras llamaba a sus
asesores, el señor Paco sonreía pensando: “¡fíjate, y eso que no tenemos con
qué llenar las cajas!”.
Por fin
contactó con Tremencio Asesores y le explicaron que consistorio era
ayuntamiento, y que por eso mismo el Consejo Nacional de Consistorios acababa
de ponerles una denuncia por usar el nombre de un bien público o algo así. El
señor Paco pidió cuentas a Tremencio Asesores, ya que llevaban utilizando ese
nombre desde la fundación de la empresa, hacía más o menos tres semanas.
Entonces, el mismísimo Tremencio le dijo que ellos se acababan de enterar en
ese momento que consistorio era ayuntamiento y además, a modo personal, le
confesó también que su hija estaba embarazada otra vez y que el padre no se
hacía cargo en su cuenta...
Se
avecinaba una tormenta en la frágil y precaria industria Arjuletense. El señor
Paco no daba su brazo a morder y se negaba a ser padrino de una madre
soltera. Además, tenía un juicio en ciernes y en viernes. Sus asesores le dieron una posible solución:
para ganar tiempo, casaron a la hija de Tremencio con Alejo, el bedel de El Consistorio,
que era viudo y tenía fama de hombre tranquilo y trabajador. Llevaba tres
semanas en la puerta sin moverse, con lluvia, frío, sol,... y noventa años
recién cumplidos. Era digno de almíbar.
También
para ganar tiempo, pusieron una denuncia al Consejo Nacional de Consistorios
por usar Nacional, ya que era una palabra que ya habían usado otros como El Himno
Nacional, Inter Nacional, etecé.
Así y todo,
la denuncia no proesperó. El juez dijo que Nacional no era una palabra
en sí, sino la suma de dos palabras: Nación y Al, que venía del árabe y allí sí
que se podía usar porque no estaba patestado. Después de una larga lucha
judicial que duró más de diez minutos, el caso se cerró y tuvieron que ir las
partes al todo otro día. La sentencia era clara: doce mil leuros para la
empresa del señor Paco, por utilizar un nombre que quería decir otra cosa. Así testicularmente
venía impreso.
El señor
Paco entró en una profunda de presión. Ya no iba a la cadena de
embalaje, más que nada porque la habían cerrado, pero también porque los hechos
le habían calado jondo. Paseaba sin rumbo por los parques de Arjulete cantando:
“¡procura olvidarme, la layrá, haciendo en el día mil cosas distintas!”, de
ambulaba por las obras donde había pintores gritando: “¡procura
embadurnarme!” y ellos lo hacían, porque el señor Paco era cocido por todos los
habitantes de Arjulete, y lo querían.
También le
afectó mucho la muerte de Alejo, el bedel de El Consistorio. El día de su boda
no dijo sí quiero pero los casaron porque pensaron que estaba dormido, después
de trabajar sin descanso durante tres semanas. Esa misma noche su joven mujer,
la hija de Tremencio, dijo: “¡este está muerto!”, mientras le quitaba los
pantalones de pana.
A todo
esto, el padre de Pedro Pómez se había quedado en amparo. Fue al IMEN a ver si
habían encontrado algo de trabajo y le dijeron que su nombre no figuraba
inscrito. Él dijo que eso era impasible porque se apuntó el mismo día que
cerraron El Consistorio. Le comentaron que eso sería porque aquél día era
fiesta, pero que él tenía que apuntarse en el IMEN y no en el consistorio...
total, que se quedó sin decir esta boca de quién es. Ya se marchitaba cabizalto
a casa cuando se encontró con el señor Paco, que gritaba: “¡procura alejarte!”.
El padre de Pedro Pómez le extendió una mano y el señor Paco se la leyó y se
fue.
Época fatidíca para la vida en Arjulete. Los
comercios de la Calle Mayor y única del pueblo habían cerrado en protesta por
el abuso excesivo de los derechos de Actor y el ayuntamiento había declarado
non grata la palabra consistorio, en consideración al cierre de la cadena de
embalaje. Así que cerraron también el ayuntamiento, no sin antes tomarse unos
días de vacaciones. La Emilia cerró su quiosco sine díe y el vendedor
ambulante dejó de tocar la armónica de juguete sine cuánum. En la puerta
del colegio Emilio Estelar pusieron una pancarta que decía: “No al cierre de El
Consistorio. Todos somos El Consistorio. Yo soy El Consistorio. Tú eres El
Consistorio. Él es El Consistorio. Nosotros somos El Consistorio. Vosotros sois
El Consistorio y Ellos son los que nos han obligado a escribir esto en horas
extraestelares”.
La pancarta ocupaba gran parte del colegio y de la
huerta ahí yacente del tío Poncio, que se enfadó mucho mucho hasta que
le salieron brotes de soja por los ojos, pero luego lo entendió y se calmolizó.
Fue
entonces cuando el padre de Pedro Pómez tuvo una idea para ayudar al señor
Paco, que al fin y al caso había sido procurador de él. Fue algo sin premediar
y un poco a la liguera, pero pensó que debía tomar cartas en el presunto. El
dieciocho de septiembre de aquél año, subió a la montaña más alta de Arjulete y
plantó una bandera que él mismo había confeccionado pintando las sábanas del
ajuar de su hijo Pedro Pómez, que con esa cara no se iba a casar nunca -decía
él-, y en un grito desjarrador, dio paso a la historia con estas
palabras: “¡Yo, padre de Pedro Pómez, procurador a más señal, doy por
proclamada la independencia de Nuevo Arjulete! ¡conciudadanos, arriba!”, con
tan mala fortuna que eran las cinco de la mañana y sólo un perro que pasó por
allí dijo miau. Es por ello que tuvo que repetirlo a las dos de la tarde antes
de la siesta para que los habitantes se enteraran de su independencia y
vociferaran en tremenda algazara por las calles hasta llegar con la bandera al
centro recreativo, desde aquel día sede del gobierno central del estado de
Nuevo Arjulete.
Las
primeras medidas tomadas por el gobierno, elegido por votación popular y
encabezado por el propio padre de Pedro Pómez, fue abrir El Consistorio.
Entonces, por error, los empleados del ayuntamiento fueron a seguir con su
trabajo, pero alguien les dijo que aquello iba a ser ahora una farmacia, y
ellos dijeron que vale, porque estaban acostumbrados a tratar con el público, y
así pasaron a servir ungüentos y pomadas para la tos. Una vez abierto El
Consistorio, el de verdad, el señor Paco volvió a su despacho de gerente,
aunque todo el proceso judicial le había trastocado un poco. Andaba siempre
hablando solo y gritando no sé qué de un procurador, pero como seguían
embalando cajas vacías, pues lo que era la gerencia la llevaba bien el hombre.
De esta
manera limpiaron los habitantes de Arjulete su honor hasta que, pasados unos
felices años de convivencia fraternal, el lechero -que se llamaba Pascual- creó
su propia empresa multinacional para llevar leche a otros países como
Levantilla o Pedrales de Luna. Entonces, el señor Paco le puso una denuncia por
competencia desleal: “Siendo del mismo país no puedes hacerme esto, Pascual.
¡Yo fui el primero en levantar la industria Arjuletense! ¡procura que no te
pille!”.
La denuncia
no fue a mayores, porque al nuevo gobierno se le había olvidado crear un cuerpo
judicial en Nuevo Arjulete. De esta manera, tampoco se enteraron nunca que
seguían perteneciendo al mismo país que antes, porque el gobierno central no
conocía sus pretensiones independentistas.
Pese a
todo, los disturbios y economatos de incendio provocados por los más radiales
dio origen a otro nuevo estado que se dio en llamar Pascual Independiente,
integrado por los familiares del lechero y una señora mayor que pasaba allí los
veranos: “Yo es que le compro siempre a Pascual y ahora, porque tenga un país
no voy a dejar de comprarle...”.
A
pesar de las peleas normales entre países vecinos, nunca llegó la sangre al
Nilo. Tuvieron un dilema cuando vieron que sólo había una iglesia, pero ahí
Pascual se portó bien: “Vale. Pascual Independiente se declara aconfesional y
es más, ¡atea y sacabao!”. Así llegaron al entendimiento y el cura de Santa
Tachán pudo seguir con sus emilías.
Y el escurrir
de los días devolvió la paz a ambos países, hasta que la Emilia se acordó que
tenía el quiosco cerrado ya dos meses y que igual alguien necesitaba tabaco o
el periódico para cuando vas al lavabo y tardas mucho. Así que abrió de nuevo
su comercio, pero con nuevos aires y al amparo de lo que había experimentado en
su corta vida de independencia. Puso un cartel donde se leía: “Quioscolovaquia,
República Federal. Todo a cien, menos las revistas para adultos que son
gratis”.
Así
consiguió que muchos varones pidieran la nacionalidad Quioscolovaca.
Prácticamente, Nuevo Arjulete y Pascual Independiente se quedaron sin hombres y
comenzó la debacle para la prosperidad de ambas naciones, impulsando el
crecimiento de Quioscolovaquia, donde había trabajando dos mil jóvenes en las
inmediaciones del quiosco de la Emilia, que no pudo con tal avalancha y subió
rápidamente la tasa de amparo, pero como en ese país no había oficina del IMEN
porque no cabía, pues nada, todos a la economía sumergida.
El padre de
Pedro Pómez, como procurador de Nuevo Arjulete, convocó una reunión de todas
las fuerzas vivas de su país: “He visto cómo nuestros hijos, incluso el mío,
¡malhaya!, se han marchado al extranjero a trabajar. No hemos sabido darles una
educación y un sustento en su propio país y ahora se ven a bocados al
destierro, al ex ilio. Es por ello y por no vaya a ser de que, me
propongo crear un nuevo estado libre con mi familia, en mi casa, con moneda
propia y un botijo con agua fresca para pedirle a mi hijo, sin vergüenza, que vuelva
a casa... snif... ¡a su casa!”.
Quizás era
tarde ya para lamentarse, porque Pedro Pómez tenía la mayor colección de
revistas pornográficas del país quioscolovaco y parecía que quería seguir
sumando, pero el hecho fue que el procurador hizo las bases para crear un nuevo
estado que llegó varias semanas después: “Casa del Padre de Pedro Pómez, País
Libre con Vistas”.
Al mes
siguiente ya estaba en curso la moneda oficial -el casapadrepedropómez-
que valía en el momento de salida dos gallinas y media. Luego vieron que no
necesitaban moneda, porque eran cuatro y además de la misma familia.
Normalmente, salvo al abuelo, dejaban fiao.
Pero éste aquí que Pedro Pómez no volvía a
su casa, pese a que su padre le había hecho un país para él. No estaba por la
babor. En Quioscolovaquia tenía lo que necesitaba y ya había hecho una familia:
penthouse, private, Hustler,...
No obstruyante,
y como tozurdo animal que era el padre de Pedro Pómez, organizó una
visita oficial al país vecino con la intención de entablar relaciones
comerciales y, a la postrera, traerse a su hijo de vuelta. La agenda del
alto mandatario estaba muy apretada: a las diez de la mañana recepción oficial
de la primera ministra Quioscolovaca a las puertas de su quiosco-país, y a las
once partida de dominó internacional, con representación de ambas naciones y
sin ganador oficial, pues no acababan de ver claro que el Ricardo tuviera tres
fichas blancas dobles. Para evitar conflictos, los organizadores declararon la
final en tablas, ante la protesta un ánime de toda la comunidad dominera
que allí se concretó, y que eran dos.
A la hora
del almuerzo en el recinto oficial acotado a tal defecto en las postrimerías
del quiosco de la Emilia, por fin llegó el momento que esperaba el padre de
Pedro Pómez. Su hijo se mostró esquilo toda la jornada pero cuando aquél
le pidió pan, éste de aquí no pudo negárselo:
-Tome,
Padre
-¡Hijo, por
fin me hablas!
-Sí, es que
creo que tenía usted razón. ¿Dónde iba yoastar mejor que en mi casa,
ahora que por fin entendieron que son mayores y deben independizarse?
-Claro,
hijo, ¿Cuándo vuelves con nosotros?
-No, no me
entendió. Madre y usted cuentan con todo un porvenir y deben hacer su camino.
Busquen un piso, que ahora hay muchas ayudas para la OPEP.
-¿Dime?
-Organización
de Países Expositores de Petanca.
-¡Si
nosotros no pertenecemos a eso!
-¡Pues
haberse apuntao, que Quioscolovaquia fue la pro motora!
-¡Vástago des
aprensivo!
Total, que
allí se armó un con dios que requirió la intervención de las fuerzas vivas de
la República Federal Quioscolovaca, o sea, el Julián y el Andrés, que estaban
tan tranquilos tomando el sol con la boca abierta en el parque que había entre
los periódicos del quiosco-país. Se llevaron presos a Pedro Pómez y a su padre
y los metieron en la jaula del periquito de la Emilia -al lado de los Chupa
Chups y los Sugus- pero sólo la cabeza porque no cabían, así que pudieron
escaparse en un descuido del alcaucil y se llegaron hasta Casa del Padre
de Pedro Pómez, País Libre con Vistas.
La familia
de Pedro le abrazó acogiéndolo de nuevo en su lecho y prodigándole toda suerte
de mimos y melindres, pero él se sentía extranjero en su antigua casa, máxime
cuando a su padre le dio por inculcarle los valores del refranero y las frases
hechas como forma de aprendizaje. Con ello posiblemente pretendía subsanar los
errores educativos del pasado para con su hijo. Sobre protección, le llaman
algunos.
Así por
ejemplo, cuando Pedro Pómez estaba desayunando su padre le decía:
-¡Por hache
o por bébetelo todo, eh!
-¡Padre, no
sé si advierte usted que tengo ya treinta años!
-Así es,
hijo mío. El calcio hace las veces de reparador de huesos. ¡Y no me hables así,
que no hay mal que ni te cases ni te embarques! ¡Te he dicho mil veces que
ciento volando y no hay dos sin tres tristes tigres mejor pedir que vivir de
rodillas!
Desde luego
aquél país no era para él. Tenía la tensión alta –hasta las orejas- y, para más
inring, no contaba ya con su excelente colección de revistas
pornográficas, algunas de las cuales tenían cedes de regalo para PC y no
le había dado tiempo de llevarlos al susodicho Partido Comunista.
Lo que pasó
después era algo que se veía Ben-Hur. Una noche intentó descolocarse por
la ventana pero su padre lo pilló in fragata y lo metió en el calabozo
de Casa del Padre de Pedro Pómez. Allí, en un agujero de dos por dos -mientras
intentaba recordar la tabla de multiplicar-, vivió los peores momentos de su
vida y acumuló el odio suficiente para acometer su fatal empresa. Después de
dos horas preguntándose dos por dos igual a qué, se dedicó a abrir un florete
en la pared suficientemente grande como para escapar, pero contaba con una gran
cabeza y casi queda atrapado consigo mismo en tal torpe postura.
El padre de
Pedro Pómez se hallaba a escasos metros pensando ojos que no ven mierda
que pisas mientras daba de comer a Avelino, el cerdo de los Martínez, que
se habían marchado al extranjero a comprar el pan. Avelino vio la cabeza de
Pedro y soltó un aullido del tipo: “¡Jon ki tonk!”, que alarmó al padre
de Pedro Pómez y lo puso sobre al piso. Total, que vio a su hijo con la
cabeza atorada en el muro del calabozo, que antes fue la cuadra, a más señal.
Como
procurador, fue un hombre que procuró siempre pensar las cosas tres veces, pero
nunca lo consiguió. No estante, tuvo la endereza suficiente para
no encerrar a su propio hijo de nuevo en aquella pocilga, bueno cuadra. Así que
le propuso firmar la paz definitivamente con un pacto, no sin antes soltar una
retahíla de refranes y frases hechas que provocaron en Pedro una exaltación,
entrando en estado de choc o late.
Hoy en día,
si el caminar les trae por estas tierras, casi yermas e infacundas,
pueden visitar de primera mano la nueva concepción territorial de todos los
países que aquí se hallan. Dejando a un helado Levantilla y otras naciones
de constitución más tardía, el mapa se conforma así: Nuevo Arjulete, dentro del
cual se ubica Pascual Independiente, Quioscolovaquia y Casa del Padre de Pedro
Pómez, fraccionada a su vez en dos: Casa del Padre Por Un Lado y Casa de Pedro
Pómez, o Casa de Arriba y Casa de Abajo.
La
situación en esta desunión de países es cuando menos insólita, en tanto en canto
se diría que estamos hablando de se cesión o se gregación con más
yúsculas. Y es que Pascual
Independiente ha creado otro país interno, dependiente del central, llamado
Productos Pascual, que se encuentra en la misma situación que aquella de El
Consistorio: Tiene más denuncias que un camello pase por un aljibe. Quioscolovaquia
sigue atrayendo a jóvenes varones, sobre todo los meses de mayo, cuando
celebran su Congreso Anual de Prensa Subida de Tono, que llega hasta un Do
sobreagudo de pecho, de mucho pecho diría yo. En Casa del Padre Por Un Lado
tienen la tasa más alta de producción de huevos en extinción, con dos gallinas
y un gallo clueco a punto de parecer. El caso de Casa de Pedro Pómez se
ha con vertido en pre ocupante y cuartomundista, ya que,
además de tener la extensión de un cuarto, cuenta con la más baja tasa de
natalidad o posibilidad de nacimientos, y –lo que es peor- la más alta en
incendios y pobreza, ya que el único habitante del país, Pedro Pómez, calienta
la comida en un brasero y cuando prueba con la cuchara de madera para ver si
está buena, sopla muy fuerte dada su comprensión atlética y provoca
incendios. Además, se derrama la comida, por lo que come poco y mal, como la
mayoría de jóvenes que se independizan hoy en día.
Eso le
diría su propia madre, si se hablara con extranjeros.
Del libro B.A.R. (Breve Antología de Rescatados)
Editorial: Cartonerita Niñabonita. Zaragoza, 2010.
Autor: Vicente Llorente.
Ejemplares únicos en cartón se pueden conseguir Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario