Mil besos.
Tocamientos puros.
Largos diálogos en horas clandestinas.
El perfil de tu pecho.
Mi mano en tu boca y el barro.
Los zapatos llenos de insectos.
Sudores y jadeos dentro del coche,
tactos rectales
en el momento del orgasmo.
Luego, la muerte.
Cristales empañados en desaliento.
Voz que llama.
El paso cambiado.
Leve roce de ropa
y piel
cuando me pides las llaves.
Luego, nada.
Llegar a la noche
con el único abrazo hueco
de mi cabeza sobre la almohada.
1 comentario:
Vuelvo a pasear entre tus versos vírgenes para eyacular espiritualmente sobre ellos.
Espero que el fin justifique también mis miedos...
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