Ya me lo decía mi madre: Ay, hijo mío... ¿Y qué será lo próximo?

martes, 3 de febrero de 2009

DETECTIVES PRIVADOS




Chivatos profesionales.
Correveidiles de extrarradio.
Celadores del miedo. Búhos.
Los pocos que fueron al colegio
no sobrevivieron al primer recreo.
Sus caras eran poemas
donde los repetidores dejaban claro
que en poesía quedaba mucho por decir.
Sin rimas, sin metáforas.
Versos a puño cerrado.
Mapas de caretos que pisotear. Eso eran.
Y claro, acababan cantando
al director cosas como
yo sé quién roba las tizas don pedro
yo podría informarle a cambio de
un aprobado en educación física
o unos prismáticos azules...
El cuerpo docente les volvió la espalda
pero a base de más versos en sus caras.

Y así les fue negada la capacidad
de sorpresa.

Con una grabadora
y el mismo cigarro pegado a la boca
se les ha visto en el cine -dentro
y fuera de la pantalla- recibiendo
instrucciones en papeles
que debían quemar tras su lectura.
Reconocibles
como si llevaran uniforme.
Con esas típicas
y tópicas gabardinas deambulan
rastreando sangre.

Están en ese coche aparcado frente a tu casa.
En la cola del dentista. A sueldo
de aseguradoras y cornudos.
Te buscan.

Y es que corren nuevos tiempos.
El sexo femenino ha entrado de lleno
en el negocio. Antes eran
insulsas secretarias. Ahora,
decanas del husmeo,
van de incógnito. Pero todos sabemos
que ese barril con rulos y batín
es una de ellos.

Detectives privados.
Raza de alcantarilla.
Peor que los abogados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así son y han sido siempre.
Dicen que, junto a las cucarachas, son los únicos que sobrevivirán tras el holocausto.
Menos mal que yo no estaré aquí.
Besos Poeta.