Ya me lo decía mi madre: Ay, hijo mío... ¿Y qué será lo próximo?

lunes, 12 de agosto de 2013

LA VIDA BARATA



A veces, es bueno hablar de lo que uno sabe. Para trabajar aquí, en la provincia de Alicante, tienes que ser muy mafioso. No sólo obviar cualquier tipo de relación cordial con el prójimo, sea o no tu empleado, sino estar dispuesto a doblegar la pasión, dignidad y profesionalidad de cuantos te rodean. Aquí montas una empresa, pagas puntualmente, cuidas con mimo a tus clientes y lo próximo es echar el cierre porque te mueres de hambre. Es así. Si alguien piensa que el esfuerzo, el “hacer las cosas bien” sirve para algo, está muy equivocado. Son muchas décadas de mediocridad instalada en los negocios, en los consistorios, en las aficiones del personal: ver la tele, desfilar en las fiestas, pasear su cochazo por el pueblo o ir de caza, por poner algunos ejemplos. Y ese bromuro hipnótico les baja la autoestima y no la levantan hasta que humillan gratuitamente al vecino o consiguen otro iPad nuevo. Se meten en cloacas diez horas al día para conseguir que funcione la máquina expendedora de basura, para continuar esparciendo toda la mierda al que se acerque. Como dieron por perdido eso de “trabajar en lo que te gusta” están muy jodidos y tú no puedes aparecer con una sonrisa, con humildad y respeto, a recordarles –aunque esa no sea tu intención- que hay otras formas de vida. Bueno, para ser exactos, sólo hay una forma de vivir. Lo demás es respirar. Estar, por pura inercia. 

Yo los miro, al fin y al cabo vivo de observarlos. Me hablan de temas como la crisis (¿Qué crisis?... A los que les iba bien, les va mejor) o la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos (adaptarse a esta basura es ser basura, ¿No?) o la corrupción (¡Cómo les molesta no poder ubicar mi voto!) y se marchan en busca de otra presa a la que soltar sus eufemismos aprendidos y repetidos como el ajo torvo en el detritus periodístico. Y a seguir. ¡Hay que tirar palante, como los de Alicante! Ay, mare meua, los de Alicante… y se me olvidaban las Hogueras, las Fallas, los petardos,… en Alicante. Costa Blanca, como la cocaína. Los que fagocitan y parasitan en el ayuntamiento de mi ciudad natal lo tienen claro: la mejor calzada del año, la Duquesa de Alba. El mejor pregonero, el hijo de Julio Iglesias. Son sus referentes y los de la mayoría votante, no hay más que añadir. ¿Y todos los políticos son iguales?, no… también hay lameculos, que sería la opción ideológica más extendida no contemplada todavía en la Carta Magna. De derechas, de izquierdas, de centro, nacionalistas, feministas, verdes, y entre las filas de cualquiera de ellos lameculos, enciendecigarros, abrepuertas, vibramanubrios, de eso está el mundo lleno, y es la última esperanza de muchos demócratas que ya no pintan nada en este sistema que llaman Capitalismo y que tan bien ha funcionado, matando sin disparar, en silencio, poco a poco, como hace el desierto o el ladrillo con la costa de levante. Se le llama democracia y sirve para ir un día a votar y olvidarse de todo cuatro años, como el que va a las Olimpiadas. ¡Y a disfrutar!

Políticos, barrenderos, artistas, todos a una han elegido esta vida barata, pobre, vacía de pálpito y llena de púlpitos, dispuesta sobre la vitrina al mejor postor, ofrecida como el culo del jugador en la bolera, árida y quemante como monte de pino bajo. Nos puede la superstición. Como damos asco, habrá que compensar la balanza colaborando contra el cáncer para lavar nuestras conciencias y de paso desgravar un buen pico en Hacienda. Alicante quiere ser Cáritas. Va a ayudarte como hace con los negritos. La crisis significa oportunidad en Chino -o algo así leyeron en algún sitio- y si no la aprovechas es que eres tonto. Alicante (y me temo que puede hacerse extensible a lo que algunos llaman España) es un buen lugar para la mafia, para la palmadita en la espalda y esa especie de conmiseración religiosa y sodomita. Los rastreros hociquean volutas de humo en busca del Santo Grial y tú tienes que ser infeliz por decreto. El peligro acecha tras la cara de un responsable de proveedores, un gerente, una loca con aires de artista local incomprendida, un supuesto mecenas que no sabe cómo volver a su agujero, algún poeta, directores, concejales aturdidos por el vasto espacio interior de sus viviendas, tocadores de instrumentos y pelotas, … A todos ellos los conozco. No importa. Me rodeo de otra gente. Aprendí a decir No. No a ellos. No a la vida barata. Voy por mi camino, haciendo lo que debo, y nunca descarto el uso de la decencia como defensa personal. 

El que quiera mierda que se la pague. O la cague –no hay nada más barato- sobre su propia vida, sin salpicar.   


sábado, 3 de agosto de 2013

Reseña Degeneración en generación